Do i look ilegal? ¿Parezco ilegal? Esta expresión vista en las manifestaciones hechas por los “dreamers” (EL PAÍS: migrantes “sin papeles” que llegaron a EE.UU. siendo menores de edad) afuera del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de Norte América, ante el análisis y voto sobre el programa DACA (por sus siglas en inglés, Deferred Action for Childhood Arrivals/ Acción Diferida para los Llegados en la Infancia).
Pero la duda emerge ¿Quiénes son o no ilegales? Esta idea de determinar sobre si la existencia de alguien sea conforme a “derecho” resulta inconcebible, nos trae la sombra del siglo XX, un siglo marcado por las discriminaciones y crímenes contra la humanidad, dejando entre visto una máxima que no debemos olvidar, la humanidad por simple existencia no puede ser ilegal, actualmente, este término se ha empleado de forma errónea, pues conlleva la carga más despectiva para las personas quienes son migrantes, cuando ellos únicamente tienen una “residencia o estancia o entrada irregular” al no seguir las formas establecidas de determinados países, algunos de estos, a través de sus leyes, criminalizan a las personas en estas situaciones, en ocasiones, siendo perseguidos por un departamento, instituto o ministerio, por citar algunos, encargados de verificar y validar la estancia en su territorio de personas extranjeras.
Recordando un punto particular, que hace años Chavela Vargas hizo suyo “los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana”, a pesar de haber nacido costarricense al llegar a México prontamente se sintió cobijada al punto de naturalizarse.
Pensando en ello, la sociedad de un país, cualquiera que sea en especial aquellos denominados de primer mundo, tienen una serie de situaciones como esta, hablar de personas quienes migraron a tal país para brindar una vida mejor a ellos y su descendencia, sea que la lleven o planeen tenerla ahí, crea para estos últimos una dualidad de vínculos, por un lado, la tierra donde han vivido y/o los vi nacer, por el otro, los vínculos de sus padres, ponderando o no, el primero.
A partir de esto, los padres quienes se volvieron migrantes dejando su “tierra natal” pero no los vínculos establecidos anteriormente, tienen un sentido de pertenencia con determinada nación, no se refleja únicamente con vestir la playera de la “selección” en cada partido o mundial o juegos olímpicos, por mencionar eventos deportivos de talla internacional, en los cuales sea participe ese país, sino un vínculo especial con su nación, producto de una vida, costumbres, tradiciones, gastronomía, idioma, historia compartida y símbolos, un genuino amor a su patria, a la cual, muchas veces, no pueden volver.
Por otro lado, sus hijos quienes llevados muy jóvenes, tal vez no recuerdan o no sienten un vínculo tan estrecho como sus padres, pues para ellos, sus raíces están en su nuevo hogar, todas sus relaciones, celebraciones, practicas e idioma principal fue dado y existe ahí, sin que pueda haber, otro punto en el mapa donde sientan esa pertenencia ni siquiera porque su nacimiento se dio en otro lugar, incluso para algunos, estas raíces serán correspondientes por haber nacido en esta nueva nación creando un vínculo, distinto al de sus padres, con los símbolos a su alrededor y adoptando una historia diferente pero “ad hoc” con personas a las que llamen connacionales. Todo lo anterior, no es exclusivo de personas latinoamericanas sino de todos los puntos del globo.
Contrariamente a la vida que pudo tener una descendencia nacida en el país receptor, quienes no tienen esa condición, muy probablemente serán deportados en este caso, los hijos quienes “pierden a su nación” ¿Qué nacionalidad tendrían? Contestando esta interrogante, el ius solis y sanguinis (nacionalidad por el espacio geográfico donde se nace y el derecho de los hijos a tener la nacionalidad de sus progenitores, respectivamente) les darían una alternativa; sin embargo ¿Cómo una nación podría recibir a sus connacionales, cuando ellos ya no se sienten o nunca se sintieron en parte de la misma, puesto que su vida se desarrolló, lejos de ahí?
Para dar una respuesta a esta incógnita, de las probables existentes, la doctora Alma Eunice Rendón Cárdenas señala “para ayudar a quienes son deportados es menester ser empático … no juzgar el hecho de que se fueron del país… más bien, brindar apoyo… psicológico, reintegración social-económica y educativa, con el fin de lograr una verdadera reinserción para nuestros migrantes”.
Hoy, a casi una semana de la decisión tomada por el Tribunal Supremo, en la cual, el presidente del mismo, John Roberts, quien, teniendo una postura conservadora, decidió votar por las normas que rigen el procedimiento y no por una postura política, ante esto él señaló: “No estamos decidiendo si DACA o su terminación son políticas fundadas.
Nos referimos sólo a si la agencia cumplió con los requerimientos de procedimiento que le otorgaran una explicación razonada para su acción”, esto solo ha significado un freno ante las ideas supremacistas que criminaliza a los migrantes excusando sus ideas con un “no todos son malos”, características del actual gobierno, sin implicar un fin ante ello aunque podría sentar un antecedente, pues no ha existido aún, algún gobierno que pugne por mejorar la calidad de los migrantes, les dé la oportunidad de alcanzar un mejor status o una residencia regular en pro de alcanzar su naturalización y eliminar las múltiples barreras gestadas a lo largo de su historia.
Hablar de migración, sentido de pertenencia, naturalización y nacionalidad, tendrá una connotación de segregación hasta dejar las ideas de racismo, xenofobia, supremacía blanca y abrogar las normativas cuyo sentido es criminalizar la entrada irregular de personas a un país. A su vez, eliminar pensamientos erróneos, en los cuales, determinados rasgos físicos dan fidedignamente la nacionalidad, por darle mayor peso a tal o cual rasgo físico y no comprender como único rasgo característico de la especie humana, “el movimiento”, pues data desde tiempos rupestres hasta nuestros días.
