Después de la votación sobre la eliminación de los diversos fideicomisos federales, en atención a la pandemia y solventar gastos de salud que no se han podido pagar en su totalidad, debemos de preguntar sobre las extralimitaciones de los medios democráticos al tratar de “mejorar” las situaciones hoy enfrentadas por un país, pues muchas veces estos medios, suelen representativos o directos, traen consigo un gran imperio de voluntades diversas o una en particular. Como se ha visto en el claro ejemplo de la semana pasada, en una votación divida, los pesos o presiones políticas o sociales tergiversados por el tipo de discurso, dan una pauta en favor de asegurar o pretender asegurar que aquellos es más un derecho consagrado, pasando por encima de todo lo demás. Los medios democráticos ante puestos a un derecho humano, implica la desaparición de un estado de derecho.
Pasando con la votación de ayer la cual tuvo 242 votos a favor, a pesar de que en dicha sesión colectivos de diversas indoles comprendidas en los tan diversos instrumentos jurídicos en cuestión, por citar algunos, familiares de personas desaparecidas, defensores de derechos humanos y periodistas, académicos y artistas al interior de la Cámara de Diputados, se aprobó en lo general la propuesta para eliminar los diversos 109 fideicomisos, ante ello hablar del papel fundamental de democracia representativa, resulta imperante, pues tuvo un mayor peso para tal determinación; sin embargo, pocos diputados del partido mayoritario hicieron un voto en contra del tema central de esa sesión, aunque el aliado político de ese partido mostró su desacuerdo con aquella propuesta con un discurso interesante a resaltar “…se realice una revisión exhaustiva y detallada de cada uno de los fideicomisos, a fin de rescatar los que otorgan beneficios a la población y eliminar solo aquellos que se manejen con discrecionalidad y bajo sospecha de corrupción…” ultima palabra, de gran relevancia, ya que muchas de las situaciones planteadas como lemas de campaña fue su eliminación, siguiendo así, se podría poner a prueba todo órgano, instituto, poder, ONG o cualquier ente con recursos públicos -aunque históricamente han sido víctima de ello- le se agregado la posible apariencia o duda de un actuar fuera del marco legal, aun sin elementos o datos o pruebas necesarias para determinarlo.
Habrá que desaparecer “espacios” en el listado del presupuesto, en función de atender los faltos de ingresos motivos de mercado internacional en petróleo, la pandemia, caída internacional en ingresos y cierres constantes d determinados sectores, aquellos fuera de los primeros planos. ¿En qué le afectaría a la población desaparecer esos fideicomisos, de los cuales, no tenían idea de la existencia? Para el ciudadano común, nos podría parecer correcta una decisión a fin de disminuir el gasto federal en cosas no vistas, sin importar que lleven ahí muchos años, imaginando con tal acción la forma de llegada de tales sumas en favor de ellos, siendo así diversos programas de apoyo se harían llegar como por arte de magia a las cuentas bancarias o como las banderas del periodo neoliberal, dentro de un sobre con una pequeña dedicatoria del mandatario en turno y directo a cada domicilio o habitante del mismo; algunos poco, por no decir escasos, dirán sobre la posibilidad de mejorar el sector salud (infraestructura, contratación de personal, salario digno, insumos, etc.) o mandar dinero a las escuelas públicas (mismas que se encuentran cerradas, tal vez pintura, pago de servicios, entre otros) o quienes prefieran una reencarpetada de las calles de su colonia, vialidades principales, alumbrado público, señalética, haciendo así una lista larga de potenciales necesidades. Ante un delicado balance de las acciones no realizadas por mejorar esas situaciones, planearnos su uso como campaña no parece ser tan desatinado
Con la desaparición de los diversos fideicomisos, podremos ver un retroceso a lo planteado por la Agenda 2030, puesto que los escalones ganados en años anteriores se vean perdidos en un abrir y cerrar de ojos, a razón de los sucesos desencadenados por la pandemia, dicho sea de paso, esta podrá controlarse, no un tiempo inmediato, pero esos “apoyos” no estarán ahí, salvo acciones del gobierno, encaminadas a relanzarlos bajo el lema o frases como “estos institutos, Fondos, actividades bajo el control de las secretarias, ya no son las de antes, no son corruptas, son las que el pueblo pidió y exigió por años, porque estas si les interesa el pueblo” no debemos olvidar la cercanía de los tiempos electorales, no tanto como en el país vecino, pero cualquier acto que funcione como propaganda será usado. ¿Queremos representantes de un mismo partido con plena capacidad de decir “no” ante las pretensiones del ejecutivo, manifiesten la división de poderes y no hagan lo que se diga ciegamente? ¿o el voto de odio seguirá siendo el estandarte de la sociedad mexicana? Si las repuestas a esas interrogantes corresponden con un “sí” tenemos serios problemas acuestas. Además, si la Suprema Corte de Justicia de la Nación no funge como el limite de los actos de otro poder “doblando las manos ante ello” y el legislativo no pone un freno ¿Quién le hará frente al poder ejecutivo? Esto fue expuesto por los colectivos antes mencionados con la leyenda “Fideicomisos SOS. Sí a la razón, no la obediencia”.
Algo que seguramente nunca veamos en esta administración, sea la reducción de recursos -los cuales han aumentado sus costos originales- destinados a los megaproyectos emblemas, por un lado, fomentan la economía momentánea, aunque fomenten otro uso de energías no amigables, antes de usarlos -los recursos- para mejorar la calidad de vida de la población sin ser medios propagandísticos de un determinado color.