Opinión

Fiestas patrias en tiempos de COVID-19: tristeza y esperanza

Por Ana Isela Hernández Severiano.

El pasado 16 de septiembre, el día nacional celebró los 210 años del inicio del movimiento de independencia de nuestro país. Las fiestas patrias son una gran celebración para las familias mexicanas y le dan reconocimiento a México en todo el mundo, pero este año hemos extrañado los grandes convivios, las reuniones familiares o las cenas en restaurantes tradicionales con este motivo.

Está claro que no somos el único país que vivirá sus fiestas y eventos nacionales e importantes de una manera distinta este año. La pandemia por COVID-19 ha reconfigurado todo lo que conocíamos como realidad; para muchas y muchos significó el desplome total de sus proyectos personales y profesionales, ha traído cambios sin precedentes a la educación, a la forma de laborar, graves consecuencias al sector salud, a la economía, al turismo, a la manera de interactuar, de recrearnos, de convivir, y sobre todo, ha sido la causa de dolorosas pérdidas para miles de familias en todo el mundo por la cantidad de muertes.

Esta realidad no pasó desapercibida para nuestra nación (como era de esperarse) la noche del 15 de septiembre. El zócalo de la Ciudad de México, que cada año se abarrota de gente para conmemorar el grito de independencia a cargo del presidente de la república, esta vez se encontró vacío. Una atmósfera triste y melancólica se vivió en ese espacio, como seguramente en todos los estados y municipios que realizan la ceremonia anualmente, y en los hogares del país que estuvieron pendientes de la transmisión.

Las redes sociales reventaron de opiniones y se dividieron entre aquellas y aquellos que perdieron su sentimiento de identidad mexicana y aquellas y aquellos que la abrazaron más que nunca; entre las y los que celebraron la historia y la cultura y las y los que no encontraron nada que celebrar por la violencia y la injusticia que se vive en el país.

Otro aspecto destacado de las redes sociales es que evidenciaron que en medio de la adversidad muchas familias encontraron la manera de no dejar pasar esta fecha tan importante para la identidad del mexicano y la mexicana, y dentro de sus posibilidades celebraron desde casa, viendo las transmisiones, escuchando música tradicional, cenando antojitos mexicanos, enviando mensajes de amor y esperanza.

Por la mañana del 16 de septiembre, la realización del desfile cívico militar no nos mostró una escena tan distinta. Lo que otrora era la oportunidad para lucir lo imponente de las fuerzas armadas en México, ahora se limitó a una ceremonia con una reducida cantidad de contingentes. Las embajadas y consulados de México en todo el mundo, que en años anteriores conmemoraban estas fechas a lo grande también se adaptaron a la realización de ceremonias modestas sin gran cantidad de invitadas e invitados ni recepciones vistosas.

La relevancia de lo que vimos este 15 y 16 de septiembre se encuentra en que un momento sensible como este permite que el sentimiento nacional esté a flor de piel, que el dolor de las grandes pérdidas y las vidas frustradas salga a flote, algo que se pudo observar incluso en la voz de un presidente que aunque mantiene gran parte de su popularidad también ha perdido el respaldo de la sociedad significativamente por un manejo ineficiente de la crisis sanitaria.

Pero dentro de todo esto también se percibe un ahogado grito de esperanza, de un México que en medio de la adversidad no se rinde. Para ciertas personas, el grito del presidente este martes habría sido un “¡Viva!” para el personal médico y que labora en el sector salud, para las miles de familias luchando por familiares contagiados, para los padres y madres que se quedaron sin hijas y sin hijos, para los hijos y las hijas que se quedaron sin padres y sin madres, para el vendedor o la vendedora ambulante que se expone todos los días porque no tiene otra fuente de ingreso para mantener en pie a su familia, para el niño y la niña sin recursos que no tiene aparatos electrónicos para tomar clases en línea pero busca alternativas hasta debajo de las piedras para continuar con su educación, para ti, que debes lidiar con estrés y ansiedad por tener que mantenerte encerrado, para ti que ya estás harto del ritual de desinfección al llegar a casa pero que igual lo sigues haciendo, para los y las artistas que al hacernos llegar su trabajo intentan hacer un poco menos amarga la cuarentena, para un México que está luchando pese a la irresponsabilidad de muchas personas.

Además de lo relacionado con COVID-19, no debemos dejar pasar que el “¡Viva México!” este año no debe ser para el México que tenemos hoy, si no para el México que queremos construir. Que vivan las luchas que marcaron el inicio del 2020 antes de la pandemia, y que no se han detenido pese a ella, las luchas por la justicia, por la equidad, por la visibilidad, por la erradicación de la violencia, que viva el amor y la inclusión que se busca, que vivan las voces de todas y todos los que ya no tienen miedo de alzarlas, de las y los estudiantes, de sus mujeres, que vivan y que nunca se vuelvan a silenciar. Que, como bien dicen las letras de nuestro himno nacional, “los ecos sonoros resuenen con las voces de ¡unión! ¡libertad!”.

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