
Miles de fieles, obispos, cardenales y miembros del Vaticano se congregaron en la Basílica de San Pedro para dar el último adiós al Papa Francisco, quien falleció el pasado 21 de abril.
Entre la multitud, destacó la figura de una monja, cuya emotiva despedida rompió los protocolos establecidos.
Geneviève Jeanningros, miembro de la orden de las Hermanitas de Jesús, conmovió a los presentes con su profundo momento de oración frente al féretro del Papa.
Con una pequeña mochila al hombro, la hermana Jeanningros se detuvo en silencio junto al cuerpo del pontífice, en una de las esquinas del recinto. Durante siete minutos, la monja permaneció en oración, sin poder contener las lágrimas.
El respeto por su momento fue tal que, a pesar de la mirada de muchos, nadie la interrumpió ni intentó apartarla del lugar.
Mientras obispos, cardenales y personal del Vaticano continuaban su paso, ella permaneció inmersa en su oración, reflejando una profunda conexión con Francisco, a quien consideraba un amigo cercano.
Genevieve Jeanningros, la monja amiga del Papa, llora ante su féretro https://t.co/A1AJ2oFYKi pic.twitter.com/rviK1UGY40
— Europa Press TV (@europapress_tv) April 23, 2025
¿QUIÉN ES GENEVIÈVE JEANNINGROS?
Sor Geneviève no era una desconocida para el Papa. Ambos mantenían una relación cercana desde hacía años.
Francisco la llamaba cariñosamente “la enfant terrible”, un apodo que reflejaba su fuerte personalidad y su dedicación a causas poco comunes dentro de la Iglesia.
A sus 81 años, esta religiosa ha dedicado gran parte de su vida a acompañar a mujeres transexuales y feriantes en la localidad de Ostia, Italia.
Desde 2022, era frecuente verla en las audiencias generales de los miércoles, donde llevaba a personas trans y homosexuales para que participaran en los encuentros con el Papa.
El trabajo de Jeanningros ha sido una defensa incansable de quienes a menudo son marginados, incluso dentro de entornos religiosos.
Su objetivo ha sido claro: “devolverles la dignidad” y, cuando ha sido posible, “rescatarles de la prostitución”.
En una de sus declaraciones más conmovedoras al diario del Vaticano, afirmó: “Ninguna persona debe sufrir la injusticia de ser desechada, a nadie se le puede arrebatar la dignidad de ser hijo de Dios”.