Leyendo al saco.
Desde hace aproximadamente una década, la libertad de expresión estableció en las personas una nueva oportunidad para la opinión pública. Los medios digitales fueron nuevos encuentros donde se creó el lenguaje digital entre las audiencias.
Los espacios digitales proporcionan la oportunidad de sentir cerca a personas y marcas en específico, de esta forma, el nivel de diálogo que se creía imposible pudo sobrepasar las expectativas de los incrédulos. Hoy en día, el lenguaje de las redes sociales ya no se reduce a simples comentarios, sino en conversaciones capaces de durar horas, semanas y meses de reacciones entre diferentes personas y grupos.
El hecho de seguir, comentar, reaccionar y compartir significan más de lo que pensamos. El contenido que publicamos en nuestras redes sociales define nuestro comportamiento y nuestra comunicación dentro de espacios digitales.
Prácticamente, las redes sociales también nos dan la supuesta y cuestionada extensión de nuestra personalidad en más plataformas, lugares perfectos para poner en juego la honestidad y sensibilidad.
La cultura de la cancelación es un término común entre los que participamos activamente en espacios digitales.
De acuerdo a la definición del periodista del New Yorker George Pecker podemos definirla como “Un mecanismo donde un coro de voces, amplificadas en las redes sociales, intenta silenciar un punto de vista que encuentran ofensivo al tratar de dañar o destruir la reputación de la persona que ha ofendido“.
En el episodio #17 de el Saco Podcast hablamos con Diego Castillo, un profesional de la ingeniería química, pero amante del canto y de la fotografía. Juntos, dedicamos el episodio a la famosa cultura de la cancelación.
“Con el paso del tiempo, hemos visto nuevos intentos por intentar cancelar a un nuevo personaje. La cancelación no es simplemente dejar de consumir, sino más bien un permiso temporal que se le otorga a los creadores de contenido, de recordarles a esas personas cada uno de los defectos que tiene y de decirle una infinidad de insultos. Se ha convertido en un linchamiento público hacia la persona en cuestión.” Menciona Diego en el episodio.
La gran pregunta sería ¿Qué gana la expresión del odio? ¿Qué ganan las audiencias con los resultados de la cultura de la cancelación?
De acuerdo a la constante participación de audiencias enardecidas, sería el poder hacerle saber al cancelado que actuó incorrectamente y que, para poder volver a consumir sus productos, tiene que recapacitar sobre lo que hizo para merecerlo y cambiar. (Esto formaría parte de lo ideal).
Sin embargo, la realidad es diferente. La cultura de la cancelación ha servido para descargar el odio reprimido y volcarlo hacia esta “causa”.
“En sí este es el verdadero problema con este fenómeno, no se da espacio para la reflexión o el perdón de la persona en cuestión, en realidad están cancelados y es casi nada probable que puedan otorgar un perdón público. No hay derecho de réplica y se elimina el lugar para el aprendizaje”. Reiteró Diego Castillo.
Desgraciadamente, el odio y el rencor han sido protagonistas de la libertad de expresión en redes sociales. En diversas ocasiones, se piensa que los casos que derivan de la cultura de la cancelación, parten únicamente de líderes de opinión o influencers, motivo por el cual se ha vuelto más fácil insultar a alguien.
Como jóvenes tenemos el deber de ir construyendo una mejor sociedad, deberíamos exigir un verdadero cambio en los discursos de odio así como abrir la invitación a la reflexión.
El fin último de una cancelación debería ser el aprendizaje y la reflexión y otorgarle el perdón a esa persona porque todos somos humanos y nos equivocamos. Sin embargo si una persona tiene un discurso de odio constante el cual no parece querer cambiar, tenemos el poder de dejar de consumirlo.
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