Causa incertidumbre cómo será la nueva realidad al finalizar en confinamiento, ¿realmente hemos aprendido algo de esta situación en estos casi dos meses? ¿volveremos a la “normalidad”? Lo cierto es que estamos ansiosos de salir a la calle a respirar aire social y afrontar el nuevo panorama económico que a simple vista parece desolador.
No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla, nos llegó la hora, este 18 de mayo será el primer paso a la reactivación económica en los llamados municipios de la esperanza y actividades económicamente esenciales para el país, noticia que no agradó del todo a gobernadores por considerarla prematura y riesgosa, tomando medidas extremas como la finalización del ciclo escolar 2019-2020 aquí en el Estado de Puebla, decreto que afecta a la ilusión de fluidez económica de pequeñas, medianas y grandes empresas.
Afrontaremos un reto más grande que la misma pandemia: la supervivencia financiera; porque si bien habrá negocios que volverán a laborar hasta con la misma plantilla, habrá otros que no regresarán, dejando a la deriva a cientos de familias sin un ingreso para solventar sus necesidades básicas. Comercio formal e informal cada vez más depende de un decreto gubernamental, haciendo más larga la posibilidad de ver la luz al final del túnel.
Lo que es casi un hecho, es que las medidas de higiene y distanciamiento nos seguirá a todas partes, como recordatorio de lo vulnerables que fuimos, somos y seremos ante el coronavirus y su amenaza de rebrote para fines de este año.
Recapitular lo vivido en estas casi ocho semanas, tiene que llevarnos a la reflexión social, a exigir a nuestros gobiernos mejoras en el área de salud, dinamismo en sector educativo, organización en la información, apoyo a los sectores económicos, atención a comunidades vulnerables y a un sinfín de problemas que sabíamos que existían y la contingencia puso en evidencia.
La moneda está a punto de caer del aire, el tan anhelado 1° de junio se aproxima, los besos y abrazos no sanarán los estragos que dejó la pandemia psicológica y económicamente, a un país que vive con la esperanza del mañana por no querer ver su decepción del presente.
