Opinión

Otro año en Cuarentena

 

A pocos días de haber iniciado uno de los más enigmáticos y polémicos años de esta nueva década e incluso, siglo, muchos jóvenes venimos a preguntarnos y cuestionar que es lo que nos puede ofrecer un esperanzador 2021.

En el 2020 aprendimos y muchos tuvieron a reconocer la fragilidad del ser humano ante una problemática inesperada e inmensa como lo es una pandemia mundial. La economía, los sistemas de salud, los sistemas económicos, el pensamiento colectivo y las problemáticas sociales estuvieron en el lente de una situación que vino a poner en desventaja (claramente en mayor o menor medida circunstancialmente) a todos y cada uno de los habitantes de este llamado planeta tierra.

Es menester recordar y enumerar la evolución de esta pandemia como un parteaguas en la historia de la humanidad, con la que vendremos a escribir nuevas historias y enseñanzas plasmadas por la eternidad en nuestro pensamiento. Un viernes 13 de marzo del 2020 fue uno de los últimos días “normales” que muchos mexicanos podemos traer a la memoria, personalmente, me encontraba en un congreso de derecho con mi mejor amiga, el sábado siguiente tuve un evento en la universidad y en la tarde una reunión con mis amigos. La siguiente semana se encontraría llena de actividades a las cuales no pensaba asistir con cubrebocas. Sin embargo, ni siquiera pude asistir, nadie pudo. 

En un momento todos nos encontrábamos viendo nuestros celulares y compartiendo las noticias y decretos oficiales del Gobierno de México. Todos fuimos a comprar cubrebocas, alcohol en gel, desinfectante y nos encerramos en casa con un temor genuino por nuestra vida, salud y seguridad.

Han pasado los días, semanas y meses y el virus ha crecido, ha contaminado, y se ha llevado a mucha más gente de lo que arrebató en marzo. Sin embargo, las caretas ya no son tan cotidianas, los guantes no se ven en los supermercados, la gente ha cerrado aquel metro y medio de distancia en sus conversaciones, ya no hay encierros. Los cines han abierto sus puertas, los hoteles tienen nuevas reservaciones y la navidad ha inundado con sus luces las calles de las ciudades y municipios del país.

Hay menos miedo y más coronavirus.

La esperanza de una vacuna guarda la tranquilidad de muchos ciudadanos. Sin embargo, la incertidumbre nos recuerda que no existe seguridad en ningún dicho. Quizás la cotidianeidad de la pandemia ha reducido consigo la alerta a la que aun nos debemos aferrar por seguridad. Los hospitales siguen a tope, los respiradores no han descansado y el personal de salud tampoco.

Nos encontramos en el umbral de un nuevo año, aquel que podría revertir parte de los daños y consecuencias que el 2020 ha significado para muchos. Como el consuelo de una reintegración o adaptación efectiva a lo que conocíamos antes de la pandemia. Pero es menester establecer, que nos podríamos encontrar inevitablemente ante otro, repetitivo y preventivo, año en cuarentena.

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