Opinión

Las mujeres no somos un objeto sexual.

Por Guadalupe Hernández

“No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar”.

Ángela Davis, activista política y destacada feminista

En días pasados una nota bastante llamativa se difundía en los diversos medios de comunicación, en el encabezado se podía leer el siguiente título: “La selección femenina de balonmano de Noruega fue multada por no jugar en bikini”. En el siglo pasado, si esta nota se hubiese publicado, quizás podría haber tenido un poco de sentido, debido al contexto social de la época. Sin embargo, que en pleno siglo XXI este tipo de sucesos continúen ocurriendo y que por ello se difundan como notas periodísticas, nos habla de una problemática social que lamentablemente no se ha erradicado del todo, y es el hecho, de sexualizar a la mujer.

Lo anteriormente mencionado quizás podría generar la siguiente interrogante, ¿Qué relación hay entre la nota expuesta y la sexualización a la mujer? En primer punto, vale la pena mencionar que la sexualización de las mujeres va de la mano con las imposiciones sexistas y esto es precisamente el trasfondo de la nota en comento. A continuación, hago alusión a un fragmento de la nota que presentó el diario “New York Times”: “La Federación Internacional de Balonmano exige que las mujeres lleven la parte inferior del bikini “con un ajuste ceñido y cortadas en ángulo ascendente hacia la parte superior de la pierna”. Los lados del bikini no deben tener más de diez centímetros. Los hombres, por su parte, pueden llevar pantalones cortos de hasta diez centímetros por encima de las rodillas, siempre que “no sean demasiado holgados”.

Al leer la anterior “exigencia” me es inevitable realizar el siguiente cuestionamiento: ¿En algún momento existió realmente algún motivo válido que justifique dicha imposición? La respuesta es clara, sin embargo, para la Federación Internacional de Balonmano no parece ser del mismo modo y como consecuencia de la “desobediencia” de las jugadoras del equipo femenino de balonmano playero de Noruega por no portar el bikini reglamentario, cada jugadora fue multada con 150 euros. Evidentemente hubo indignación por dicha sanción, “No veo por qué no podemos jugar con pantalones cortos, fue la respuesta de Martine Welfler, una de las jugadoras noruegas. “Con tantas burlas por el cuerpo y cosas así hoy en día, deberías poder vestir un poco más cuando juegas”.

Si bien la portavoz de la Federación Internacional de Balonmano, Jessica Rockstroh, dijo el pasado martes que desconocía el motivo de las normas. “Lo estamos investigando de manera interna”, fue lo único que mencionó al respecto.

Con lo que ya mencionado en líneas anteriores podemos percatarnos que, sin duda, la sexualización a la mujer y las imposiciones sexistas tristemente siguen siendo dos problemáticas que aun y con todos los avances que se han obtenido gracias a los colectivos feministas, no se han podido erradicar del todo. Lo sucedido con la Federación Internacional de Balonmano solo es uno más de tantos acontecimientos de sexualización a los que las mujeres nos enfrentamos día tras día. Como reflexión, cuantas veces nos hemos topado con el clásico anuncio en el que solicitan personal femenino, pero uno de los requisitos indispensables es, que tenga excelente presentación o que sea guapa. ¿Acaso predomina sobre las habilidades y aptitudes de una mujer su aspecto físico?

Es necesario entender que la sexualización hacia el género femenino es realmente una problemática y que nos involucra a todos y a todas, el hecho de percibir el cuerpo de una mujer como un objeto sexual se ha normalizado en nuestra sociedad, sin embargo, constituye un tipo de violencia hacia las féminas y es necesario ir erradicándola. De ningún modo es aceptable, ni se justifica que hoy en día sigan existiendo imposiciones o reglas absurdas en nuestra sociedad o en los espacios de participación como lo son las competencias deportivas, que finalmente conducen a una sexualización. La lucha que hace tanto inició y que ha permitido lograr mejores condiciones para las mujeres en todos los espacios en los que se desenvuelve no ha terminado, y no descarto la posibilidad de que en algunos años ya no existan sanciones a las deportistas por portar el uniforme un poco más largo de lo establecido, está en nuestras manos el poder lograr que las generaciones venideras ya no tengan que lidiar con la sexualización hacia nosotras, está en nosotras el lograr que las mujeres ya no seamos consideradas un objeto sexual.

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