Opinión

La vida, a distancia.

Por Sandra de la Garza.

Trabajo a distancia, escuela a distancia, amigos en línea, cursos y seminarios virtuales, pandemia, asilamiento.
Estos términos se han incorporado de manera casi imperceptible a nuestro vocabulario, a nuestra cotidianeidad, a nuestra vida. Si bien es necesario aclarar que para ciertos sectores (ya sean o muy privilegiados o muy precarizados) la pandemia no ha sacudido o modificado tan abruptamente su realidad, por otra parte, para gran cantidad de personas esto significa un acercamiento al aniversario de una de las fechas más grandes, históricas y trascendentales de nuestro siglo:
El 13 de marzo, aquel día en que se nos anunció una cuarentena de dos semanas, que sin percatarnos estableció para muchos de nosotros el inicio de una nueva vida: una vida a distancia. El inicio ingenuo y entusiasta de este acontecimiento nos recuerda las acciones colectivas que marcaron un alivio intermitente como alegrarse por unas inesperadas vacaciones, descargar la app china de TikTok, buscar recetas para preparar pan de plátano, escuchar repetidamente en la radio “Supalonely” de BENEE y Gus Dapperton, encontrarse con los intentos fallidos de la receta viral del café “dalgona”, chistes sobre los cubrebocas y el gel antibacterial, etc.
Poco a poco todo esto se fue transformando en una preocupación mayor: los contagios aumentaban, los números ya no eran sólo números sino familiares o conocidos, los anuncios oficiales nos indicaban la extensión del encierro, aumentó el desempleo, los precios de la canasta básica, por el contrario, se alzaban. Las pequeñas vacaciones ilusorias se habían terminado, pero la cuarentena no. Teníamos que continuar con la vida, pero esta se mantenía unida a una pandemia mundial.
Es difícil entender lo equiparable que resulta poner en el mismo peldaño a nuestra pandemia y a la segunda guerra mundial, sin embargo, así es como se encuentran posicionadas. Ambos acontecimientos históricos han marcado la historia de la humanidad de manera irrevocable; tenemos problemáticas más allá delo evidente, todo el daño colateral nos ha afectado constantemente.
Es por ello que, recalco el título de esta columna, con o sin covid19 la vida continúa, las cuentas tienen que pagarse, las decisiones tomarse, los sueños cumplirse. Sería necesario entender nuevamente que los parámetros han cambiado, que muchos no estamos viviendo la expectativa de aquello que debía realizarse ya que algo totalmente fuera de nuestro control ha venido para quedarse, y no podemos esperar pacientemente a su retiro.
Los jóvenes desempleados, las madres estigmatizadas, los estudiantes desgastados, los padres de familia exhaustos, los pacientes falleciendo y el calendario avanzando.
Parece entonces que existe un mundo paralelo allá afuera, en plataformas como Instagram nos encontramos con cantidades preocupantes de gente que parece ser inmune (más bien negligente) ante la pandemia, que pasean, que viajan, que viven, que no se enferman y que han dado la vuelta a una página que muchos aún nos encontramos leyendo.
Entre esas letras muchos nos preguntamos ¿Cuándo podremos volver a sentir un abrazo sin miedo? ¿Cuándo pondremos fecha a las reuniones postergadas? ¿Cuándo veremos sin ningún obstáculo un rostro anhelado?
¿Cuánto más va a durar la vida a distancia?.

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