La renovación de las relaciones comerciales entre México y la Unión Europea y sus implicaciones
Por: Ana Isela Hernández Severiano
En la amplia gama de relaciones exteriores de la Unión Europea, América Latina no se ha quedado atrás, y podemos ver esto en el establecimiento de diálogos como el UE-CELAC, o los espacios de colaboración con la Alianza del Pacífico. Aparentemente, ambas regiones han entendido que lejos de mantener una estructura de “subordinación” deben actuar como socios a la par en un sistema internacional lleno de retos.
El auge de los regionalismos, la guerra comercial con China y el proteccionismo estadounidense con Trump, la inestabilidad en Medio Oriente, las tensiones con Rusia, entre otros temas, generan la necesidad entre los actores internacionales de buscar alternativas para velar por la estabilidad de las economías y el bienestar de los connacionales a través de la creación de alianzas sólidas.
Particularmente en América Latina, México se ha caracterizado por ser un buen amigo del viejo continente. Como mencionó la ex Alta Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini, en su visita a la Universidad Nacional Autónoma de México a finales del año pasado, “México es más que solo un socio clave en el hemisferio occidental a nivel político, diplomático y económico” e hizo hincapié también en que, aún cuando la Unión es el tercer socio comercial y segundo inversor de éste país, los futuros acuerdos se enfocarían no sólo en intereses económicos sino también a valores en común.
El pasado 28 de abril se notificó el fin de las negociaciones para la renovación del Acuerdo Comercial entre la Unión Europea y México, que data de 1997, y en el cual se debían incluir nuevos contextos y retos para afrontar en conjunto. Las nuevas negociaciones habían iniciado en 2016, llegando a buen puerto dos años después en 2018 (Comisión Europea), y finalizando en medio de la pandemia por COVID-19 en la que nos encontramos actualmente.
A este hecho autoridades europeas como Phil Hogan, comisionado de la UE para el comercio y Josep Borrell, quien actualmente tiene el cargo de Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, expresaron a través de sus cuentas oficiales en Twitter alto nivel de complacencia. Hogan apuntaló el hecho de que este acuerdo se suma a la lucha por dar continuidad a la agenda comercial de la Unión, así como a fortalecer la economía, la creación de empleos y el desarrollo sostenible en ambas partes.
Borrell destacó en medio de la crisis por este nuevo coronavirus, el multilateralismo y la cooperación son la única salida. A estas declaraciones se sumaron el Secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, y el Embajador de México en Bélgica que es a su vez el Representante de México ante la Unión Europea (Twitter).
¿Pero qué significa este nuevo acuerdo en medio del mundo que hoy conocemos los mexicanos? Si damos una vuelta por la agenda internacional de los últimos años, nos encontramos con tópicos imperantes en un mundo globalizado en el que se comparten metas en común, sobre todo en el marco de Naciones Unidas.
El nuevo acuerdo se enfoca en reducir al mínimo el tema arancelario en el comercio bilateral, vela por la protección de la inversión y buscar generar procesos aduaneros más sencillos, pero la parte que más llama la atención en este trabajo es que también traspasa las fronteras de lo meramente comercial e incluye otros aspectos que pueden mermar la estabilidad de las relaciones o los compromisos de ambos actores a nivel internacional, por ejemplo, incluye regulaciones en materia de desarrollo sostenible, haciendo énfasis en la implementación del Acuerdo de París.
Recordemos que no se trata de un tratado de libre comercio, sino del apartado de un Acuerdo Global mucho más amplio, que además aborda temáticas como Derechos Humanos, Cooperación Política y Cooperación Internacional para el Desarrollo (Comisión Europea).
Estas negociaciones también involucraron algunas metas que caracterizan (o por lo menos discursivamente lo hacen) al proyecto de nación para este sexenio en México como la lucha contra corrupción, el soborno y blanqueo de capitales, el terrorismo y el crimen organizado, temas de inversión, geográficos, de comercio electrónico (e-commerce) y la inclusión de compras públicas subfederales (El Economista).
Si bien, ya se destacaron las principales razones para el fortalecimiento de las relaciones bilaterales en cuestión, indudablemente el mayor factor de presión son las tensiones con Estados Unidos, principal socio comercial de ambos actores, que ha firmado el nuevo T-MEC con México y Canadá en medio de un contexto complicado sobre todo para nuestro país (que tampoco entra en vigor todavía, pese a llevar un años y medio en el proceso pertinente).
Respecto a Europa, ha suspendido en 2016 las negociaciones de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (Transatlantic Trade and Investment Partnership, TTIP), apelando a razones de seguridad nacional y elevando una tasa arancelaria del 10% a todas las importaciones de aluminio y de otra del 25% para el acero, en una potencial afectación al sector automotriz, a lo que la Unión respondió, a través de la Organización Mundial del Comercio, con aranceles adicionales a los productos importados por Estados Unidos (Gobierno de España).
A un mes del fin de las negociaciones, el acuerdo se encuentra en el proceso de continuidad correspondiente en el sistema político de las partes, que en México es la ratificación del Senado y en la Unión Europea incluye al Parlamento Europeo y los parlamentos nacionales, por lo que la entrada en vigor aún se ve lejana, sin embargo, es el momento preciso para analizar, desde todos los sectores y esferas involucradas, como expertos en comercio y economía, como científicos sociales, como ciudadanos mexicanos, cuáles serán las repercusiones.
Las dos partes en este diálogo esperan compensar las áreas de oportunidad en términos comerciales con Estados Unidos, y tener la capacidad de llenar lagunas y espacios en blanco en un futuro incierto, pero aún cuando América Latina y Europa pretendan trabajar a la par, como se mencionó al introducir este texto, la realidad es que en términos económicos, políticos y militares, la ventaja europea es más que evidente, por lo que el riesgo de no alcanzar los objetivos del acuerdo sería en automático de mayor preocupación para México.
En temas económicos actualmente los países del mundo se encuentran en una incansable búsqueda que puede resumirse en una palabra: certidumbre. Para México, este acuerdo representa la principal esperanza a ese respecto. La pregunta es: ¿logrará el fortalecimiento de las relaciones con Europa subsanar realmente los potenciales riesgos con el vecino de arriba? Es un interesante debate que sólo el tiempo y los indicadores resolverán.