
“No pasa nada es una pandemia y nosotros México, una nación en transformación, liberándose de ese cáncer llamado neoliberlismo”, esa ha sido la premisa del Presidente Andrés Manuel López Obrador ante el manejo de la pandemia del COVID-19, un manejo que en su narrativa ha sido ejemplar.
En contexto tarde o temprano el Coronavirus tocaría suelo mexicano, se esperaban acciones sanitarias y económicas preventivas por parte del Ejecutivo, se contó con meses de diferencia de países epicentro, sin embargo la estrategia de comunicación inició con un mensaje de pasividad. Durante la primera fase de la pandemia el Presidente instó: “¡Salgan a comer, sigan con su vida normal, yo les voy a decir cuando no deban hacerlo! ¡Hay que abrazarse, no pasa nada!”
Contradiciendo las indicaciones de la OMS, mostrando en su tradicional mañanera su escudo protector ante el coronavirus, el famoso detente, una imagen de un santo. Mientras seguía haciendo actos oficiales, multitudinarios y los casos aumentaban. Recordemos que la estrategia apela a las emociones de la mayoría de sus seguidores sin embargo sus actos le han valido la desaprobación más baja en lo que va de su gobierno.
Para una buena comunicación de crisis lo primero que hay que tener en cuenta es la empatía que definitivamente no se ha visto en ninguna decisión del Presidente. Empresarios sin respuestas con caminos trazados directos a la quiebra. El presidente olvidó que no puede existir lo público sin lo privado, abandonó a ese sector tanto en materia de políticas como en el discurso, lo que significó el primer costo a su campaña permanente por la pérdida de aceptación, sumándose los desempleados y médicos sin herramientas para la atención de la emergencia; siendo así un panorama pintoresco para ser una estrategia ejemplar.
Comunicar para el Presidente es marcar agenda, hablando de lo que ese día quiera hablar. Convirtió cada conferencia de prensa en su confesionario profético, minimizando la emergencia sanitaria, prefiriendo dar respuestas a las “conspiraciones” de líderes de opinión como Eugenio Derbez, Thalia y el Chicharito; dejando por encima proyectos como la rifa del avión, Dos Bocas, Tren Maya, Aeropuerto Felipe Ángeles, Corredor Transísmico; así como los contratos considerados “indispensables” para Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad; mientras la sociedad exigía un plan económico y fiscal claro para poder sobrevivir durante y después de la pandemia; esa información ha llegado.
Del Presidente se requería una comunicación que informara puntualmente respuestas ante la incertidumbre ocasionada por una hecho extraordinario al cual nadie estaba preparado, no al menos siendo sociedad civil, sin embargo del gobierno que tuvo tiempo de prever a diferencia de otros países, no lo hizo. Ante un hecho excepcional un discurso excepcional. López Obrador no tenía que mantener ese discurso tan ambiguo y reiterativo de campaña con el que ha gobernado; su comunicación se ha vuelto deficiente e insensata aún para sus seguidores.
En ese tenor comunicacional surge un nuevo personaje, el Dr. Hugo Lopez- Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, que en inicio su estrategia de comunicación Quédate en Casa fue rentable, con conferencias de prensa diarias a un mismo horario y a nivel nacional, incluso logró mayor credibilidad que el mismo Presidente, posicionándolo como el salvador de la crisis con una comunicación creativa; con aciertos en el uso del lenguaje sencillo sin causar pánico, tratando de explicar la etapa de evolución en con los pronósticos científicos, invitando a especialistas para analizar el estatus de la situación y difundiendo campañas de alcance público para todos los sectores de la población y grupos de edad.
Sin embargo su descrédito informativo llegó al ser cuestionado por los datos de la curva que no se aplana, datos que al parecer no son totalmente verídicos ni siquiera tomando en cuenta el método CETINELA, este cuestionamiento aparentemente provenía de los conservadores como investigadores, profesionales de la salud, medios nacionales e internacionales. Su imagen fue en declive, los reclamos se dejaron ver de todos los frentes, hasta de medios monopólicos donde es evidente el nepotismo, la línea comunicacional cambió, que sin un análisis se da por hecho el mensaje.
Pero ¡la pandemia vino como anillo al dedo!
Ante la falta de coherencia en la información de la situación real de la pandemia en México, se ha aprovechado para comunicar reformas en pleno Estado de Emergencia; se extinguieron hasta 100 fideicomisos públicos, se instruyó un estado militarizado hasta el fin del sexenio, se frenaron las energías renovables y se dio el contrato millonario del Tren Maya a un empresario aliado, se ha acusado a los médicos de mercenarios de la salud y sí, esta ha sido la comunicación durante la crisis.
En la estrategia de comunicación federal ha priorizado un mensaje autoritario y demagogo, por lo que la sorpresa comunicacional han sido los gobernadores. Gobernadores nuevamente visibles que asumieron la conducción del combate a la pandemia en sus estados, gobernadores que en 2019 estaban nulificados políticamente. Siete gobernadores que armaron el bloque en contra de las decisiones del ejecutivo que no ofrecían algún tipo de solución; entre ellos se encuentra Javier García Cabeza de Vaca (Tamaulipas), Jaime Rodríguez Calderón (Nuevo León), Miguel Ángel Riquelme Solís (Coahuila), José Ignacio Peralta (Colima), Silvano Aureoles (Michoacán), José Rosas Aispuro (Durango) y Enrique Alfaro (Jalisco).
Gobernadores de entidades que diseñaron sus propias medidas sanitarias, de reactivación de la economía y atención a la pobreza. Han optado por una estrategia confrontacional, una comunicación de choque con asertividad, responsabilidad y realismo sobreponiendo la veracidad en la narrativa.
No se debe pasar por alto que es su deber responder a los gobernados sin embargo el fondo es forma y la forma es fondo, es perceptible la politización y el triunfalismo, aún los objetivos existe esperanza hacia los liderazgos políticos en las vísperas de las elecciones del 2021.
Por otro lado están los gobernadores que no tienen claro que todo lo que digan podrá ser usado en su contra, si hablamos de comunicación desastrosa podemos hacer referencia a Miguel Barbosa (Puebla). Sus mensajes de inicio fueron claros, el Coronavirus se cura con caldo de pollo, los pobres estamos inmunes. Mensajes improvisados e irresponsables, si el objetivo era estar en boga con una imagen cuestionada por su capacidad para gobernar, se logró. En últimos días cambió el discurso, lo ha vuelto contestatario contra sus propios correlegionarios de la cuarta transformación.
Entre un gobierno federal que tiene otros datos, gobernadores independientes y una sociedad resiliente e incrédula, existe la polarización más grande percibida en una situación de emergencia en nuestro país.
¿La luna de miel que causaba el discurso del Presidente Andrés Manuel López Obrador terminó en este mundo paralelo?