LA CRISIS DE REPRESENTATIVIDAD DE LA CLASE POLÍTICA MEXICANA
Por: Monica Yeraldy Ortiz Galindo
Representación es un término sociológico referente a la forma en la que otro semejante a mi abandera mis ideas, mis causas, y que expresa mis peticiones, en virtud de mi voto de confianza en las urnas. Esto implica el poder que le confiere el pueblo al representante para decidir y generar cambios en beneficio del país.
En nuestro país, existe crisis de representatividad porque los mexicanos ya no tenemos confianza, ni damos voto de credibilidad a los candidatos propuestos por los partidos políticos que nos representan en los recintos legislativos.
Esto tiene explicación, entre otros factores, a la forma en la que nuestros representantes, los políticos, hacen política en México. Lo cual se visibiliza con la compra de votos, en nepotismo, en influyentismo, formas de corrupción, que les permiten tomar decisiones afines a sus ideologías y a sus superiores, mediante cargos de elección popular, dejando de lado en todo momento el interés popular, el bien común.
México no es una democracia participativa como lo plantean los libros historicos, porque realmente nosotros no elegimos a nuestros diputados, senadores, alcaldes, concejales, regidores, síndicos o gobernadores, sino que más bien como diría Sartori en su obra “Elementos de teoría política”, quienes designan a los candidatos que van a representarnos en los Congresos son los partidos políticos y yo añadiría a los factores reales de poder, reconocidos o no. Puesto que en el proceso interno de cada partido político, éstos proponen como candidatos a aquellos a quienes deben favores políticos (que serán nuevamente pagados), a aquellos que tengan los recursos económicos, a los amigos o familiares.
En los ciudadanos ya no existe credibilidad hacia los diputados, senadores, gobernadores, síndicos, regidores, concejales que únicamente en campaña electoral visitan alcaldías, colonias, municipios, ayuntamientos, prometiendo el cambio verdadero que el gobierno actual, sea del color que sea, no ha generado, pero al concluir el periodo de campaña y después de las votaciones en las que “obtienen aprobación popular” jamás vuelven a visitar los lugares donde hicieron sus promesas y mucho menos cumplen alguna de ellas.
Es por esa razón que en la jornada electoral es común escuchar que muchos otros ciudadanos en la boleta electoral la marcan completamente con algún símbolo, votan por si mismos, o bien por una celebridad, deciden romperla entre otras, mostrando de esa manera, no su falta de interés o seriedad en las votaciones sino su falta de confianza, credibilidad y con ello descontento hacia los candidatos y directamente a los partidos políticos que los proponen por los vicios anteriormente mencionados.
En suma, todo esto hace que hasta el día de hoy, los mexicanos no tengan una idea positiva de la política, de sus representantes y por consiguiente tampoco de su gobierno. Lo anterior en gran medida se explica en la construcción social de nuestro país y en nuestra democracia débil e imperfecta.
Para combatir la actual crisis de representatividad se han empleado muchas estrategias que abarcan aspectos básicos como la rendición de cuentas, transparencia, políticas de combate a la corrupción y sus formas, observación electoral, reformas electorales que fortalezcan nuestro sistema electoral evitando la compra de votos, y consecuentemente aquellos vicios en los votos tales como las urnas embarazadas, el carrusel, etcétera. Sin embargo, nada de esto ha funcionado, por esta razón va en aumento esta crisis de representatividad, y por ende se genera inestabilidad política y económica en el país.
Expuesto lo anterior, la propuesta que hago es muy sencilla y contundente: para disminuir esta crisis de representatividad los políticos deben hacer lo que les ordena el pueblo a través de la Constitución Federal: velar por el bien de la sociedad, no apropiarse de los recursos de los mexicanos, ser transparentes con la toma de decisiones, en sus funciones, en sus honorarios, evitar la realización de delitos como peculado y cohecho, en suma, ser auténticos servidores del pueblo mexicano.