
Parte 3 de 3
Parecería una sentencia “exagerada”, pero lejos de quedar únicamente en buscar una causa habría que preguntarnos ¿acaso la violencia en cualquiera de sus formas, no será una consecuencia?
Por año hemos consentido, alentado y minimizado hasta el punto de ver nuestro deplorable estado social como algo “normal”, ¿es normal un ambiente familiar irregular en el que padres e hijos convergen bajo la sombra de la violencia? ¿es normal que un papá y una mamá arreglen sus diferencias sin usar el dialogo y recurriendo en cambio, a una aptitud mezquina? ¿Es normal que desde los primeros años de vida se inculque a las nuevas generaciones a “arreglar” sus diferencias recurriendo a los ataques físicos o psicológicos?
Y justo aquí es cuando podemos darnos cuenta que basta un poco de sentido común para comprender que la violencia en la mayoría de los casos nace en el hogar, ese lugar que debería ser el sitio más seguro para cualquier individuo se ha ido convirtiendo poco a poco en una especie de “campo de concentración”, cuyo colectivo genérico ha dejado el humanismo y la paz como último recurso, si no es que inexistente.
Mientras tanto, los días siguen avanzando y dejando saldos nuevos, ya sean datos clínicos o sociales; cada vez es más frecuente escuchar a personas decir que pronto volveremos a la “normalidad”; aunque lo mejor sería no hacerlo jamás, dado que precisamente en esa “normalidad” está el problema.
México eres grande, los exiguos hemos sido nosotros.